viernes, 20 de julio de 2007

Capítulo 4 Pablo

El centro del pueblo era bastante pequeño, contaba con una calle principal y sus respectivas arterias. Pero estaba rodeado de gran cantidad de barrios y pequeñas urbanizaciones lo que lo hacían parecer una gran ciudad. Muy pocos coches transitaban por sus calles por lo que estaba plagada de transeúntes que se movían de un lado a otro dando la impresión de que caminaban hacia ningún lado. Árboles de todo tipo ornamentaban las aceras, aunque entorpecían el paso y los caminantes se veían obligados muchas veces a transitar por las calles. No representaba ningún problema puesto que los coches escaseaban y rara vez se veía alguno. La consecuencias de esta situación eran en parte beneficiosas para la población pues respiraban un aire mucho más puro que en cualquier otra ciudad y ejercitaban el cuerpo inconcientemente, ya que su principal medio de transporte eran las piernas.
En el corazón de aquel pequeño poblado, de aire puro, pocos ruidos y de aspecto un tanto desolado vivía Pablo, un chico de catorce años que a pesar de que ya comenzaba a notársele la voz un poco ronca y ciertos cambios en la estatura y la fisonomía del cuerpo, sus ojos todavía estaban impregnados de cierta inocencia e inmadurez. A vista ligera se podía apreciar a un chico mucho mayor, no solo por su apariencia de joven aniñado o adolescente maduro, también por su seriedad y compostura en la actitud. Toda esta imagen se desvanecía cuando hablaba pues en su voz se notaban los cambios de la pubertad aunque sus palabras aun vibraban con la frescura, inocencia y pureza de la niñez. No era un chico tímido pero casi siempre se le veía solo, escribiendo notas en un pequeño cuaderno que siempre llevaba bajo el brazo o devorando las páginas de cualquier libro lo cual no dejaba de hacer hasta haberlas engullido por completo. Como ocupaba casi todo su tiempo libre leyendo, su vida social cada día era menos activa y sus amigos fueron desapareciendo. Daba la impresión de que era poco sociable, sin embargo cuando realmente tenía tiempo le gustaba hablar con la gente y contar cuentos, solo que ya apenas disponía de oyentes. Ahora se había creado un blog y en el publicaba las historias que se imaginaba así que le llamó “Historias Imaginadas”.Nadie las leía pero el se conformaba con saber que estaban ahí para quien le interesara. Ahora, después de percatarse de que los chicos con los que solía jugar tomaban cada uno su rumbo y que prácticamente estaba solo, se dedicó a estudiar, leer y a veces a escribir.
El apartamento donde vivían el y su hermano mayor era bastante espacioso y cómodo. Tenía un amplio salón con un gran ventanal acristalado, suelo de parquet que mantenían siempre limpio y decoración minimalista. De una de las paredes colgaba dos cuadros que juntos formaban una gran orquídea en tonos que iban desde el marrón claro hasta el beige, pero sin resaltar ningún color en especial. Debajo de estos, y rompiendo con el blanco de las paredes y los pasteles del cuadro reposaba un sofá de formato geométrico, pies rectos y metálicos, brazos cuadrados, respaldo bajo y tapizados de piel negra, casi nadie lo usaba puesto que era bastante incómodo. Una pequeña mesilla y una tele de plasma completaban el decorado. Más al fondo se hallaban los dormitorios cada uno con su cuarto de baño y su terraza en forma de balcón. Toda el ala izquierda del apartamento la ocupaba la amplia cocina, el comedor y un pequeño trastero donde guardaban el material de limpieza y aseo. Era bastante espacioso y a Pablo a veces le daba la sensación de que se perdía en un lugar tan grande. Por eso era en su habitación donde pasaba la mayor parte del tiempo, allí tenía la tranquilidad suficiente para hacer lo que más le gustaba que era leer cuantos más libros mejor. Siempre que llegaba del colegio se encerraba aislándose del mundo exterior y nunca llegó a intimar con ninguna de las niñeras que su hermano contrataba para que le cuidasen.Desde muy pequeño la soledad había sido su amiga más fiel, su madre había muerto, no conocía a su padre y su hermano Gabriel, que era el que se había echo cargo de cuidarle y educarle, casi nunca estaba en casa, tenía que trabajar para poder llevar la comida al hogar y pagar las facturas. Los dos habían estado separados por las circunstancias, y ahora que comenzaba a descubrir el mundo de los adultos no vio más que una estrecha unión de amor y dedicación hacia si por parte de su hermano. Comprendía con más claridad el por qué de su ausencia, por qué su compañía cada tarde al llegar del colegio habían sido un desfile de chicas desconocidas que le cuidaban pero que nunca había hecho el más mínimo esfuerzo por simpatizar con ninguna, y comprendía también por qué los fines de semana, Gabriel no se le despegaba ni un momento, intentaba que hicieran siempre cosas juntos y le daba todos los caprichos que podía permitirse.
-Me concientes demasiado Gaby.
-¿Yo? No, eres tú que sabes como engatusarme- dijo sonriente.
-Ya verás como al final lograrás que me convierta en un joven mimado y egoísta.
-No se por qué dices eso. Nunca lo has sido y no creo que ahora empieces a cambiar.
-¿Por qué no, es más cómodo ser egoísta que no serlo?
-Pues por eso mismo, porque se que no te gustan las cosas fáciles, estás aprendiendo a luchar para obtener lo que quieres y creo que eso te gusta, y esa es la razón por la que ahora mismo me recriminas que te consienta y te mime. Eres mi único hermano, mi única familia y te quiero más que a nada. Cada día acudo a la oficina lleno de dolor por no poder estar contigo más tiempo y poder comunicarnos más, se que ahora tienes un montón de inquietudes y preguntas que hacer, pero el poder darte todo lo que necesitas y mimarte es mi mayor satisfacción ¿no querrás privarme de ello?-esta última pregunta la dijo cariñosamente sarcástico y con una risa en los labios, intentando despejar aquella sombra que sus palabras habían tejido alrededor de todo aquel momento tan intimo y abierto.
-No quiero privarte de nada-dijo cortante-solo quiero que sepas que no tienes que limpiar tu conciencia satisfaciendo todos mis caprichos. Nunca estás cuando te necesito, a veces me olvido del timbre de mi voz porque paso días enteros sin mencionar palabra, la soledad y mis libros son mi única compañía. Lo que más deseo es pasar más tiempo contigo pero ese es el único capricho que no puedes darme. -sus palabras sonaron sorprendentemente duras y recriminatorias-Me conformo con el beso que me das cada mañana, y soy feliz porque soy tu hermano. Sé que también te encuentras solo y que el mayor sacrificio que haces no es el trabajo de la oficina, me echas de menos tanto como yo a ti. -Gaby no entendía como podía decirle aquellas palabras llenas de reproche y a la vez llenas de ternura,”aun es un niño y los niños son crueles por naturaleza al mismo tiempo que son sensibles y cariñosos”- pensaba mientras escuchaba las palabras de Pablo.
-Saber que me quieres llena todos los espacios que no ocupas con tu presencia.
Gaby no pudo hacer otra cosa que abrazar a su hermano y echarse a llorar como un niño pequeño al que le acaban de reñir.
Después de ese día los dos estuvieron más unidos y como Pablo estaba ya de vacaciones Gaby decidió que deberían estar más tiempo juntos y le invitó a pasarse una mañana en la oficina.
-¿No te dirán nada por tenerme allí incordiando?
-Lo dudo. Primero porque eres un chico encantador y le caerás bien a todos y segundo porque no creo que le puedan prohibir nada a su jefe-Gaby sonreía cuando decía estas últimas palabras.
-No sabía que tú eras…
-Bueno no tiene importancia, solo intentaba impresionarte, daba por hecho que lo sabías.
La noche antes Pablo ni siquiera leyó, deshizo la cama después de cenar y se acostó pensando que si se dormía temprano antes llegaría la mañana. A pesar de estar muy ansioso no le costó conciliar el sueño. La mañana no llegó todo lo rápido que deseaba, se despertó varias veces y cada vez le costaba mas dormirse así que cuando los primeros rayos de sol entraron en su habitación abriéndose paso a través de las finas cortinas que adornaban las ventanas, decidió que era inútil ya intentar dormirse otra vez.
En pocos minutos hizo la cama, luego se duchó y desayunó un baso de leche y galletas. Ya era la hora en que sonaba el despertador de Gaby. Sabía que en muy poco tiempo su hermano estaría listo y por fin partirían al bufete de abogados, pero no escuchaba ningún ruido y comenzó a impacientarse.
-Seguramente ha olvidado poner el despertador en hora, aunque es muy raro-se decía así mismo-Encenderé la tele del salón a ver si con el ruido se despierta.
En ese mismo instante desde la calle se coló un sonido bastante inusual en aquel pueblo, un coche acababa de arrancar y el ruido se iba alejando poco a poco. Antes de que desapareciera Pablo corrió hacia la gran ventana del salón y lo vio. Era un deportivo negro de esos que solo había visto en revistas, se podría decir que era muy parecido al Audi TT pero ya había alcanzado cierta distancia desde la que no se podía divisar bien el modelo. A Pablo le impresionó bastante aquel coche, era una imagen poco habitual en el pueblo aunque su hermano era de las pocas personas que tenían un automóvil nunca había visto un deportivo tan de cerca. Cuando el sol que acababa de desperezarse e intentaba alzarse en el horizonte le impidió seguir mirando abandonó la ventana y al voltearse se asustó al ver la imagen de su hermano que yacía en el incómodo sofá de piel negra.
-Te estaba esperando-dijo sorprendido-cuando entré corriendo no noté tu presencia. No sabía que estabas despierto-Pablo hablaba sin percatarse de que la mirada de Gaby se perdía en la blancura de la pared.- ¿Has escuchado ese coche? Nunca antes había visto uno así, creo que era un TT.
-No era un TT sino un R8- por fin pudo hablar Gaby saliendo de su letargo pero su voz sonó forzada y apenas le quedó aliento cuando terminó la frase.
-¿Es qué le co…
Pablo sintió mucho miedo cuando adivinó el verdadero estado en que se encontraba su hermano y corrió hacia él. Gaby comenzó a gemir de dolor, intentaba sonreír para que el pequeño no se alarmara.
-¿Qué te ocurre?-gritaba incesantemente Pablo pero su hermano a penas podía hablar. A pesar de que el sol cada vez se hacía más ligero y comenzaba a elevarse como una gran burbuja llenando toda la habitación de luz., una pesada sombra aun ocupaba todo aquel espacio, parecía como si la piel negra que tapizaba el sofá creciera alrededor de Gaby.
-Tu alma vacía…Elena… Tomás...Elizabeth-esas fueron las palabras que pudo decir antes de que le comenzara a brotar la sangre por sus labios. Pablo estaba totalmente confundido sabía perfectamente de que le hablaba su hermano pero no comprendía el mensaje y cuando quiso preguntar fue demasiado tarde. La daga dorada que atravesaba su abdomen acababa de absorber su último aliento.

martes, 19 de junio de 2007

Capítulo 1 Tomás y Alina

Habían pasado ya casi diez días desde la última vez que se vieron, apenas cinco minutos en el comedor de la residencia estudiantil. Entonces, él se había sentado en la mesa más próxima a la que ella solía sentarse siempre, con el objetivo de verla, solo le bastaba con eso. Le pareció muy raro que Alina ni siquiera realizara su rutina diaria aquel día .Observó como tomó asiento en la primera silla que encontró libre, estaba con la cabeza agachada y esto le pareció aun más extraño. Sin renunciar a su objetivo se acercó y le habló
-Hola-le dijo intentando llamar su atención, pero ella no contestó y agachó aun más la cabeza, pensó que si le miraba de frente no aguantaría las lágrimas. Tomás se dio cuenta y entonces le preguntó bastante intrigado
-¿Qué te pasa, estás llorando? Sí, estás llorando-afirmó respondiéndose su propia pregunta al tiempo que acomodaba una silla y tomaba asiento. -Cuéntame ¿Es por lo de tu madre? ¿Qué te han dicho ahora los médicos? ¿No se pondrá bien?
-Ya sabes –respondió Alina por fin- que lo de mi madre es irreversible y que puede que en un futuro se estabilice pero nunca mejorará- aunque su voz sonaba entrecortada, triste y a la vez acusadora como si Tomás fuera en parte el causante de todo el mal que le afectaba ,todavía no lloraba. Quiso utilizarlo para descargar todo aquel sentimiento, mezcla de profunda tristeza con un poco, y sin embargo imperceptible, hilo de rabia violenta. Pero entonces pensó que no era el momento oportuno y que en definitiva él no era el culpable de lo que la afectaba, por lo menos no de aquello que la inquietaba en ese momento. No pudo aguantar más y de pronto sus ojos se llenaron de un brillo intenso y doloroso, muy doloroso. Al principio su mandíbula inferior le temblaba y ya luego toda su cara se transformó en una mueca de amargura que terminó explotando en un llanto inconsolable. A Tomás le daba la sensación de que el alma se le partía al verla en aquel estado, creía comprender hasta cierto punto el dolor de Alina y se sentía responsable, estaba seguro que era él quien provocaba su sufrimiento y lo sentía profundamente por ella. Quiso abrazarla, estrecharla en sus brazos y dedicarle palabras de consuelo al oído pero solo tuvo valor para intentar acariciarla. Entonces la expresión de la chica cambió y Tomás lo notó. El efímero contacto de la punta de sus dedos con la suave piel de sus manos bastó para que ella bruscamente se apartara a la vez que se levantaba para irse corriendo a buscar un refugio donde el no existiera. Al ver sus intenciones se levantó casi en el mismo instante que ella lo hizo. Entonces sí le agarró de la mano, y sintió como el corazón quería salir de su pecho como la ardiente lava de un volcán a punto de explotar. Ella también sintió con calurosa pasión el contacto físico y por un momento sintió las ganas de echarse rendida en sus brazos y ahogar allí todas sus penas pero reprimió, al instante, los deseos.
-Suéltame -le dijo apartándose, y su voz sonó pasmosamente serena y pausada como si de golpe hubiesen cesado los gemidos y no existiese emoción ninguna en sus palabras. De repente ya no lloraba. -Ahora necesito estar sola- diciendo esto dio unos pasos hacia la puerta de salida del comedor, pero intuyendo cuales eran las conclusiones a las que desacertadamente llegaría Tomás, se volvió aun con el llanto sofocado y con la misma expresión de vacio -No te sientas mal, no es el hecho de que te marchas la razón de mi angustia, soy consciente de que tienes otra vida en Cuba en la que yo solo soy una intrusa. Antes necesitaba saber si sería capaz de irme contigo, aunque nunca me lo pediste y entendía en parte tus razones, pero ahora… ahora ya nada importa.
Él sabía que Alina no decía toda la verdad, le había hecho daño suficiente como para provocarle lágrimas tan tristes, pero en su voz había un dolor diferente. Su reacción lo había dejado incómodo y un poco sorprendido. Notó que la voz de Alina en aquella ocasión era el reflejo de un sufrimiento mayor incluso de lo que se puede sentir cuando se está perdiendo una madre y eso lo dejo suspenso, tanto, que no pudo decir nada y ella se marchó dejándolo también, con millones de incógnitas de las que solo ella tenía respuesta. No era posible que Alina se sintiera tan mal, sabía que le había molestado la noticia de su partida y fue ella misma, semanas antes la que cortó con la relación .Aunque la forma en que lo hizo a Tomás le molestó mucho, seguía queriéndola de igual manera, sus sentimientos hacia ella no habían cambiado en lo absoluto y era evidente que Alina seguía profundamente enamorada. Tomas se daba cuenta cuando intencionadamente se buscaban con la mirada al cruzarse en los pasillos o en el comedor, donde él siempre intentaba sentarse cerca de su mesa preferida a la hora de comer. Por eso su actitud aquel día lo dejó un tanto desconcertado. La chica estaba diferente, su rostro, sus palabras y sus gestos expresaban rabia no solo dolor y tristeza. Tomás comenzó a dudar de que a Alina le ocurría algo grave pero ¿Qué podía ser aquello que tanto sufrimiento le causaba al amor de su vida que no era capaz ni siquiera de mirarlo fijamente a los ojos? ¿Por qué lo estaba evitando? Corrió entonces hacia la puerta para continuar con la conversación y tratar de consolarla, estaba seguro de que siempre que se sentía mal su abrazo la reconfortaban y sus palabras de aliento le levantaban el ánimo. Pero al llegar a la salida ya se había perdido entre la multitud de estudiantes que salían del comedor y supuso que no se dejaría ver. Era un poco comprensible que durante todo aquel día permaneciera oculta y escurridiza puesto que se sentía verdaderamente afectada y aunque Tomás no sabía con certeza la causa, no podía hacer nada más que comprenderla .Pero ya habían pasado casi diez días y Alina no daba señales de vida, desde entonces no acudía a la universidad y tampoco quería coger llamadas, su padre no hablaba con nadie en aquellas fechas que era el que podía darle a Tomás alguna explicación , los dolores de su esposa se hacían cada vez más intensos y lo mantenían muy ocupado intentando relajarla. Por algún tiempo pensó y hasta llegó a convencerse de que era la enfermedad de su madre la que sumía a la chica en un estado de subterfugio terrenal, pero ahora que habían pasado tantos días, y después de haber visto en las circunstancias en que se encontraba durante su última conversación, comenzaba a minársele el cuerpo de incertidumbres. Decidió entonces que la única solución era acudir a su casa y esta vez Alina tendría que esclarecer todas sus dudas, no era justo que después de todo lo que habían vivido juntos, todo el amor que se habían prometido y que aun seguían sintiendo el uno por el otro a pesar de las circunstancias y de la inevitable partida que se avecinaba, ella no fuera capaz de mirarlo a los ojos y abrirle su corazón y dejar que toda la amargura que la fulminaba saliera. Tomás sabía que ella lo necesitaba y que era a él a quien debía contarle sus penas porque la entendía y la comprendía más que nadie, porque la amaba con todo su ser aun habiendo decidido marcharse, y ella era consciente de ello. "Mi chica tiene problemas, me necesita"- se decía a si mismo mientras conducía en dirección a la casa de Alina. El apartamento donde vivían Alina y sus padres no era muy grande contaba con seis estancias: tres dormitorios amplios con ventanas de cristal lo que permitía que entrara la luz, aunque la tela de las cortinas era muy gruesa y cuando estas estaban bajadas casi parecía de noche, claro, que para evitar la oscuridad era normal que se utilizaran unas lámparas de pie altas y un poco ovaladas de metal y plástico que su madre había colocado en cada habitación, escogidas con muy buen gusto pero que se repetían en las tres cámaras , lo único que las diferenciaba era el color, que este siempre coincidía con el de las paredes. Casi nunca se utilizaban las luces del techo desde que la noticia del cáncer de útero que le detectaron meses antes a Margarita había atenuado los corazones de la familia y como señal de desolación, inconscientemente nadie las encendía. Tras acceder por la puerta de entrada se hallaba un pasillo largo con dos portezuelas a la izquierda y tres a la derecha que daban a las habitaciones y las otras dos al salón en forma rectangular también muy luminoso gracias al gran ventanal que se extendía formando toda una pared lateral, y por último la cocina que en comparación con los dormitorios era bien pequeña, solo tenía espacio para una o como mucho dos personas. A pesar de todo estaba bien equipada con los electrodomésticos más modernos y de tecnología muy reciente, no se sabía cuántas funciones tenía aquel horno por no decir el microondas en acero inoxidable totalmente carente de botones y que su forma y color combinaban perfectamente con el resto de aparatos. Al final del pasillo estaba el cuarto de aseo, minúsculo y escurrido pero siempre muy limpio .La distribución de todas las estancias era perfecta para preservar siempre la intimidad y el hecho de que estuvieran totalmente insonorizadas hacia de cada una de estas un paraíso de libertad, aislamiento e individualidad. Aunque el espacio era lúgubre y bastante sombrío. Meses antes, cuando los gritos de agonía se acuartelaron en el piso por primera vez, Alina sufrió una terrible conmoción y el corazón le vibró profundamente alterado por los chillidos desoladores que difundía su madre por toda la casa. Supo que no sería capaz de volver a escuchar aquellos lamentos que más bien parecían el sonido de un lobo que sin ninguna razón aullaba agonizante a la luna en las noches de plenilunio. Su padre se dio cuenta de que para la chica era insoportable y que se le desgarraba el alma cuando escuchaba a su madre lamentándose, e impotente por no poder hacer nada para calmarla se encerraba en su cuarto buscando escaparse.
-¡ Ah ….Dios ¡ ¿Por qué me haces esto?-chillaba-No lo aguanto más ¡Ah…!¡Quítenmelo, no lo aguanto! –estas frases de autentico sufrimiento eran para Alina como aguijones que se le clavaban en cada parte de su cuerpo rompiéndolo en mil pedazos y a la vez hacía que su corazón fuera cada día más frío. Se notaba como su alma se iba apagando también poco a poco. Conmovido por el sufrimiento de ambas contrató un servicio de reformas rápidas. En una semana la vivienda se llenó de carpinteros y albañiles que en un tiempo record instalaron paneles de Pladur en todas las paredes , obteniendo de esta forma cámaras entre ambos tabiques que rellenaron con espuma de poliuretano y así lograron una insonorización casi perfecta ,luego cambiaron las ventanas por unas de doble acristalamiento ,formadas por dos vidrios separados, sellados en su perímetro formando también una cámara de aire estanca que evitaba que gran porcentaje de los sonidos saliera o entrara en la casa y por último se cambiaron las cortinas por unas de telas más gruesas que nada tenían que ver con el resto del decorado pero que hacían más eficaz el efecto mudo y además oscurecía totalmente las estancias si se bajaban; y la mayoría del tiempo estas permanecían bajadas , por lo que la casa, sumida en una oscuridad y un silencio sepulcral parecía el escenario perfecto para todo tipo de escenas un tanto terroríficas pero sin llegar a ser la casa de Michael Armstrong.
Para Alina, mantenerse ocupada en los estudios, salir, hacer deporte o cualquier actividad que la mantuvieran fuera de casa era también una forma de aislarse del dolor y la angustia que hacía ya meses que habían invadido su casa y era ya un hecho innegable que solo la muerte los expulsaría, llevándose, lamentablemente, a su madre .Por eso era bastante extraña su presencia en la casa y mucho más el encierro al que se había auto sometido. Al principio el señor Ernesto pensó que tendría algún examen y que estaría repasando alguna materia, pero luego fueron pasando las horas y ya hacía días que no salía de la habitación, si bien le pareció raro, no se acercó a preguntar, pues estaba demasiado ocupado acompañando a su esposa.
Alina ya no sentía su cuerpo, era como si se le hubiese secado el rostro, pálido y frio. Su figura desgarbada había perdido ya el movimiento y pasaba las horas tirada sobre la cama, entumecida y estática. Daba la impresión, a primera vista, de que su mente estaba totalmente en blanco y sin embargo si se le detallaba la expresión preocupada de sus facciones podía distinguirse tanta profundidad en sus pensamientos que ahogaba tan solo mirarla. Era evidente que había algo que la preocupaba enormemente. Escuchó vagamente que llamaban a la puerta de su habitación pero aun así ni siquiera se movió.
-Alina -tocaba su padre-¿Me puedes abrir? –Esperó unos segundos sin obtener respuesta. Volvió a insistir, esta vez un poco más enérgico pero manteniendo la dulzura con que siempre le hablaba a su hija. -Cariño ábreme que tienes visita –Alina no contestaba ni tampoco daba señal de estar en aquel mundo. Ya comenzaba a despertársele el oído que antes parecía estar tan aislado del universo como su propia casa pero la chica seguía sumergida en el fondo de un océano de meditaciones .Aun habiendo escuchado con más claridad no se movió y fue cuando su padre habló por última vez. -Mi amor, está aquí un tal Tomás, dice que te conoce de la universidad ¿No vas a atenderle?- Escuchar aquel nombre fue terrible y a la vez maravilloso. De pronto emergió a la superficie y por fin tomó una desesperada bocanada de aire. No se podría decir que su corazón latía con más o menos fuerza porque antes parecía estar parado, lo que si era evidente es que ahora latía y ella lo notaba. Súbitamente todos sus sentidos cobraron vida.

Capítulo 2 Elena, Tomás y ...

Elena y Tomás casi siempre estaban juntos, no eran propiamente una pareja de enamorados pero se podía decir que entre ellos dos existía algo mucho más íntimo que una amistad. Ella tenía un espíritu libre y no quería atarse a nadie, o por lo menos eso pretendía. En cambio él si podía unirse a cualquier persona por la que sintiera por lo menos una mínima sombra de lo que podría llamarse amor y eso era justo lo que creía sentir por Elena. Era un sentimiento verdadero pero sucio y peligroso que más que amor parecía capricho, sin embargo, quienes conocían bien a Tomás sabían que a pesar de ser una persona, que necesitase sentirse siempre acompañado, no escogía para ello a nadie por la que no profesase como mínimo afecto o cariño. Todos desconocían su vida en Cuba y lo veían como a alguien libre, moderno y con la mente abierta a cualquier tipo de relación. No era un chico físicamente hermoso pero su carisma y su gracia lo hacían ser uno de los más populares entre los estudiantes de la universidad, lo único que le recriminaban incansablemente sus amigos era su extraña relación con Elena. Pese a todo actuaban como novios: andaban siempre de la mano, tenían su propia canción, iban juntos al cine y a cenar a restaurantes, incluso se hacían regalos el día de los enamorados. Cuando salían de fiesta casi nunca regresaban juntos, normalmente conseguían a alguien con quien terminar la noche. Así de abierta era su relación. Hasta que Tomás empezó a mostrar interés en aquella chica tan tímida y retraída. Elena tenía que esforzarse más para llamar su atención y cada vez entendía menos su actitud, sin embargo intentaba restarle importancia. Normalmente si ella se quedaba a comer en el comedor estudiantil él la acompañaba, pero de repente dejó de hacerlo, ya no estaban tanto tiempo juntos, las salidas al cine fueron cada vez menos hasta llegar a suprimirse del todo, y ya nunca más salieron de fiesta. Esto no la molestó para nada, no tenía por qué. En su abierta relación lo único que no cabía eran las exigencias y las obligaciones, los dos eran totalmente libres, independientes y sin ataduras. Pero lo que si sintió Elena fue la ausencia de un regalo en San Valentín, no el presente en si mismo sino lo que este significaba. Tomás no la había tenido en cuenta el simbólico día que se escogía para dar muestra de que existía algo entre dos personas ya fuera amistad o amor, y sin embargo a la paliducha sí, y estaba segura porque lo había visto en una actitud muy romántica entregándole una Rosa roja debajo del árbol que custodiaba la entrada trasera del campus. Hasta entonces no había sentido la violenta llamarada que recorría su cuerpo y la sumergía en un mar de celos totalmente desconocidos para ella. Éste era un nuevo sentimiento que acababa de descubrir, nunca antes había tenido rival en lo que a chicos respectaba, por eso no podía entender que el interés que Tomás mostraba por Alina la soliviantara tanto. Él nunca le había pedido una relación formal, y ella en parte lo había agradecido porque estaba casi segura que en cuanto lo hiciera se acabaría todo. Pero ahora, se preguntaba sorprendida qué tenía esa flacucha insignificante que cautivaba a Tomás. Y fue entonces que empezó a darse cuenta de que hacía algún tiempo empezaba a sentirlo distante. A penas hablaba con ella y el sexo se había reducido a un banal y forzado intercambio de fluidos y frías caricias carentes de pasión y deseo .Ya él no lo disfrutaba como antes, y dejaba notar que solo lo hacía por complacerla no porque realmente le apeteciera o lo necesitara. Era como si se sintiera obligado o comprometido, y eso la cabreaba y a la vez la confundía. ¿Acaso ya no era lo bastante sexy y seductora?
–Soy una chica muy inteligente y segura de mi misma-se decía, intentando sofocar los celos- , a veces un poco fría pero pasional cuando tengo que serlo y sobre todo muy extrovertida, todo lo contrario de esa niñata pálida, escuálida y desabrida. Para Elena no era tan obvio que ahora el chico tenía novia y que se estaba enamorando, él antes había tenido otras relaciones pero nunca la había echado a un lado de aquella forma y aunque ahora no la estaba apartando del todo se sentía como una pieza sobrante y eso la encolerizaba enormemente. Mientras tomaba un poco de aire en una de las terrazas de su apartamento pensaba en Tomás y se entristecía cada vez que intentaba obligar a su mente a repasar la imagen del chico entregándole una rosa .Era algo tan inverosímil como aquel mismo instante pues nunca había pensado profundamente en nadie, nunca antes había tenido necesidad de una rosa, nunca antes se había enamorado. "No puedo quedarme de brazos cruzados viendo como esa paliducha me quita lo que es mio, tengo que hacer algo y se quien puede ayudarme"-pensaba en estas palabras mientras cogía las llaves del coche. En ese momento la cegaba la furia, y su rostro emanaba odio, rabia y cólera pero al sentarse en el asiento del coche intentó calmarse. Normalmente no dejaba que sus sentimientos salieran con tanta facilidad y mucho menos los que punzaban tan profundamente.
-No puede ser que me esté enamorando.No.
Respiró profundo varias veces antes de arrancar el motor y por fin puso el coche en marcha y salió. Se dirigía hacia el apartamento de Víctor, que estaba situado en la parte norte del centro de la ciudad. En un barrio donde se podía encontrar toda clase de personas y de todas las nacionalidades, desde chinos hasta norteamericanos pero, lo que más abundaban eran ecuatorianos y marroquíes. Era un lugar donde el alquiler de una vivienda era mucho más económico que en cualquier otro barrio de la ciudad y por eso la población que predominaba era la de estudiantes universitarios y sobre todo inmigrantes ilegales. La puerta de entrada del apartamento al que acababa de llegar estaba entre abierta y pensó, que después de subir cinco pisos sin ascensor no le quedaban energías para ponerse a esperar que después de su llamado alguien le abriera. A demás, dentro comenzaba a sonar una extraña música en directo y tuvo la sensación de que la propia música la invitaba a pasar. Era evidente que había una banda ensayando por lo que sería muy difícil que la escucharan. Así que sin pensárselo y fascinada por los sonidos empujó un poco la puerta y entró.
-Hola-fue la única palabra que pronunció cuando atravesó la entrada al tiempo que se interrumpían por unos instantes el ensayo. Nadie le contestó el saludo, ni siquiera hicieron cuenta de su presencia. No le pareció extraño que la recibieran con tanta descortesía, pues la mayoría de los que allí se encontraban eran los amigos más íntimos de Tomás, y Elena sabía que no caía nada bien en aquel grupo. Todos prestaron atención a la puerta mientras se cerraba tras el paso de la recién llegada, pero a ella nadie la miró, la ignoraron, hicieron como si no existiera y acto seguido cada uno siguió en lo suyo y volvió a comenzar la introducción de el mismo tema que segundos antes había hechizado a la chica. Se encontró con rostros consumidos y extáticos sumergidos dentro de una niebla de humo denso y asfixiante. Solo había dos chicos que no fumaban pero seguramente se habrían colocado con la viciada humareda que desprendía el porro de la pareja que tenían en frente. De los presentes, algunos solo hacían de espectadores mientras otros cuatro eran los que tocaban la introducción de aquel cautivador tema musical que ya se le empezaba a ser familiar. " Juraría que esta canción la he escuchado antes" Entonces se percató al observar la banda, de que faltaba un integrante y en parte se alegró.
Ella ya había estado con Víctor en aquel apartamento varias veces, mucho antes de conocer a Tomás. Normalmente se veían los sábados después de la fiesta de fin de semana y si el resto de los días encontraban algún hueco en el que no tuvieran nada más importante que hacer, también se daban cita en aquel lugar e incluso alguna vez estuvieron en el apartamento de Elena, pero fue por otros motivos bastante diferentes. Cuando Tomás apareció no fue distinto solo que los ratos libres ahora se los dedicaba al cubano. A Víctor no le molestó el rechazo, ni siquiera lo sintió. Aunque Elena había sido algo diferente, para él cualquier chica solo cabía en un contexto estrictamente sexual. Elena continuó su paso hacia el fondo de la sala haciendo como que no le importaba que los presentes la ignorasen. Se sentó todo lo apartada que se podía estar en un salón de cincuenta metros cuadrados. Pero intentaba dar a entender con su actitud que tampoco pretendía tratar con nadie que no fuera Víctor. Por eso mientras tomaba asiento en un butacón aparentemente retirado, buscaba su mirada con una sonrisa forzada, mueca que desapareció cuando empezó a sonar la percusión y sintió que su corazón palpitaba con más fuerza con cada instrumento que se iba incorporando a la introducción del tema. El joven estaba con la vista clavada en el teclado interpretando parte de la música que producía en ella aquella dulce, seductora pero ya un poco amarga sensación, y tampoco se percató de su presencia. De pronto del fondo salió Tomás casi corriendo y cogió la guitarra eléctrica y antes de pulsar cualquier cuerda comenzó a vocalizar las notas de la canción para la cual se hacía aquella larga introducción. Elena dejó de buscar la mirada de Víctor y se quedó atónita escuchando aquella música que le llegaba profundamente al alma. Ahora que aquellas notas tenían letra sabía que solo podían ser dirigidas a ella.
Tu pelo tan raro, tu hablar tan ligero /tus ojos forrados con trozos de cielo./ Belleza congelada y un corazón de acero/ curvas divinas que rompen el viento./ Y el viento no sabe que le llevas dentro/ que tu alma es aire y tu mente hielo./ Tus labios mojados me dicen: te quiero,/ y no me lo creo pues probé tu… /veneno que mata con frases calladas,/ risas ocultas que anuncian encierro./ Encierro en tus ojos, encierro en tu pelo,/ encierro en tus curvas, encierro en tus labios ligeros./ No sé cómo pude tener hasta ayer mente para soñarte/ si cuando enfermé de tu amor maldito no quisiste curarme/ Tus labios mojados, tu andar tan ligero me dicen: te quiero,/ y cuando me muestras tu alma vacía ya no me lo creo./ No sé cómo pude tenerte en mis sueños,/ robar una estrella y ponerla en tu pecho./ Tu pecho tan duro y ahora maltrecho/ que escondes con rabia, que escondes con celo./ No te queda nada solo tienes miedo./ Miedo a la vida y también miedo al tiempo./ El tiempo que pasa y que te rechaza./ Rechaza tus curvas rechaza Tu pelo tan raro tu hablar… Pronto fue presa de las notas musicales y ya nada pudo evitar que se dejase llevar por la melodiosa canción. Todos sus sentidos comenzaron a fundirse con los sonidos. Y como una lámpara que absorbe energía del fluido eléctrico, su cuerpo se llenó de luz. Al principio creyó que era una ilusión producto del bienestar que le producía la melodía. Luego, cuando fue consciente de que su estado era real y que aquella luz producida por su propia esencia brillaba cada vez con más intensidad y era imposible desprenderse de ella, se asustó. No temía realmente, pero respiraba cada vez más rápido, su piel estaba mucho más fría en contraste con el calor de su interior producido por el fuego del significado de aquella maravillosa composición. Y si la luminiscencia que salía de su cuerpo no hubiese sido tan brillante, se le hubiese podido notar el rostro pálido aunque sereno. De repente solo se escuchó el silencio, y si bien el bienestar y el susto seguían presentes, el apartamento, la gente e incluso la música habían desaparecido. Ahora estaba totalmente sola, ni siquiera se hallaba el butacón apartado que había escogido para sentarse. "La yerba que fumaban estos no me sienta nada bien"
-La yerba de esos chicos no creo que pueda sentarte de ninguna manera porque ellos ni siquiera aun existen-
"Ya empiezo a escuchar voces"
-En estos momentos puedes escuchar voces o ver imágenes o simplemente sentir sensaciones como la que te produce la canción de Tomás, solo tengo que escribir la forma en la que me quiero comunicar contigo, y he escogido la música y las palabras.
"Estoy realmente borracha, el cannabis no es lo mío. Estoy segura de haberlo probado antes pero nunca me había puesto en este estado"
-¿Estás segura que lo has probado, recuerdas cuando?-
"Ah ya sé lo que me pasa: es mi conciencia que ahora me habla"
-No, ni siquiera sabes lo que es la conciencia, mucho menos hacer uso de ella. Tus conocimientos solo pueden ser conceptuales y solo sientes lo que puedes explicar, y según seas capaz de hacerte entender por otros a través de la palabra, concebirás más o menos algo semejante a los sentimientos. Pero todo depende de cómo te expliques y como te entiendan. Aunque en realidad no depende de ti si no de mi. Yo, si escribiera bien, podría a través de ti despertar conciencias o emocionar, pero para eso tendrías que ser un personaje bien elaborado y bien caracterizado. Tendría que crearte única y original, no deberías ser la copia de nada ya escrito. No es que lo seas pero ya estás creada, y no he indagado si ya hay alguien como tú. Bueno creo que no habrá muchos personajes que puedan hablar con su autor, y yo soy tu autor.
- Me he quedado en la pregunta del cannabis-
-Las palabras que dices ahora tendrían que llevar un guión seguidas de un texto en el que yo exprese con claridad como las dices: que gesto tiene tu rostro, o la verdadera intensión de la frase. Tu no conoces nada de ti misma si antes yo no te lo muestro y para hacerlo, primero tengo que dotarte de inteligencia humana, por eso eres una chica y no un perro o un peluche. Tu percepción de las cosas dependerá, como en los verdaderos humanos, de tu grado de intelecto, por eso estudias en la universidad. Pero, por ejemplo ¿sabes qué estudian realmente tus amigos y tú? Ahora si yo quisiera no tendría que estar dándote todas estas explicaciones, daría por hecho que me entiendes y problema resuelto pero he visto algo maravilloso en ti. Eres capaz de tomar algunas decisiones que yo no he escrito, creo que eres algo más que un personaje. Y ahora que he decidido hablarte estoy aún más convencido de ello.
- Estoy totalmente drogada-
-Aun no te he dado la cualidad de realista y objetiva. Aunque tu actitud al no aceptar mi presencia demuestra que lo eres.
-¿Me estás queriendo decir hace rato que soy el personaje de una novela?
-¡Al fin me hablas! Eres un personaje tan autónomo y maravilloso que hasta te resistías a hablar con tu autor, tu creador. Y esto no es exactamente una novela, ya antes te dije que no escribo nada bien, pero de lo que quiera que sea, tú, eres un personaje. Por eso yo decido que dices y que haces en cada momento. Aunque te recuerdo que tienes cualidades que no la suelen tener normalmente los personajes.
-Esto es una broma, los chicos han hecho algo para que yo esté en este estado, esa música mezclada con el humo me ha trastornado. ¿Dónde está la gente, por qué no puedo ver nada que no sea a mi misma? Quiero gritar y no puedo, de hecho creo que nunca he gritado pero sé lo que es gritar, sé que ahora mismo solo estoy viendo mi cuerpo pero no sé si lo que estoy viendo es lo que es. ¿Qué me está pasando?
-No te asustes, antes lo estabas pero no sentías miedo ahora temes pero no deberías, pues cada vez eres más libre. Antes te he explicado que yo debo mostrarte las cosas. Para que veas tu cuerpo yo debería describirlo, yo debo dotarte de cualidades a ti, tus objetos,l a gente que te rodea, y la verdad es que no he hablado de tu cuerpo por eso no lo ves ni recuerdas haberlo visto nunca.
-¿De veras quieres que me crea todo lo que dices?
-Bueno, si pudieras ver tu cuerpo te dejaría en paz pero creo que aun no puedes hacer eso sin que yo te eche una mano. Pero como soy tu autor te ayudaré.
-Lo único que quiero es que se me pase el pelotazo-
-¿Pelotazo, qué palabra es esa? Tu autonomía va demasiado de prisa, aprendes por ti sola muy rápido.
-Creo que ya sé de qué va este juego-
-Esto no es ningún juego-
-Lo que quiera que sea, ya sé de qué va. Supuestamente yo soy un personaje de algo que estás escribiendo. ¿Es así o no?-
-Vas bien-
-Bueno pues si fuera como dices no debería de estar hablando contigo que supuestamente eres el autor, pero por alguna razón que solo tú sabes, lo estamos haciendo. Yo, solo puedo ver, oler, palpar y sentir lo que tú ya hayas escrito porque soy un personaje y soy producto de tu imaginación. Pero ahora mismo no puedo recordar nada de mí, solo sé que existo. ¿Eso significa que no has escrito nada sobre mí?
-Si no lo hubiese hecho no existieras –
-¿Y por qué no puedo recordar nada?-
-Porque no lo has intentado-
-Es que no se cómo hacerlo-
-Ok, te ayudaré, creo que aun es muy rápido para que puedas hacerlo sola-
-¿Y cómo lo harás?
-Fíjate bien como ahora empezarás a recordar-
Elena comenzó a recordar que hacía un par de horas conducía su coche, recordó también algunas de las cosas que pensó en ese momento y parte de las conclusiones a las que había llegado. Recordó los celos, Alina, Tomás y una flor roja. Recordó también el amor, la rabia, la furia, la cólera y la calma. De nuevo se vio en su coche intentando ponerlo en marcha y recordó por último, la música pero no pudo recordar la letra.
-¿Cómo lo has hecho?¿Cómo he podido recordar con tanta exactitud todos esos momentos y sensaciones?
-Te dije que yo soy tu autor y puedo hacer que las cosas pasen con solo escribirlas.
-¿Y por qué no puedo recordar la letra de la canción?
-La letra de la canción dice muchas cosas que fueron y muchas que serán y de momento no es conveniente que sepas tanto. Antes te dije que eras un personaje muy especial, creo que puedes hacer cosas por ti misma, romper las reglas, puedes llegar a ser totalmente autónoma, tomar tus propias decisiones. Pero…
-¿Quiere eso decir que soy como tú?
-Si te refieres a que puedes escribir tu propia no vela, creo que sí. Aunque…
-No quiero escribir novelas quiero que me enseñes a ser libre.

Capítulo 3 Ernesto, Alina y Tomás

La puerta se abrió y Ernesto se sorprendió al ver a la persona que había detrás. Era imposible que fuera su hija, su mente parecía estar viva o por lo menos despierta pero su cuerpo parecía aun más escuálido y carente de fuerza vital, en su rostro totalmente descolorido y demacrado solo resaltaban unos profundos ojos cansados "¿de llorar? "se preguntó bastante extrañado. Desde que Margarita había caído en desgracia el sufrimiento había invadido cada rincón de la casa pero incluso Alina ya había asumido la enfermedad de su madre y ya la etapa de los llantos hacía meses que había pasado. Ahora la chica se dedicaba a escapar de la situación y por eso el hecho de que estuviera allí era bastante anormal aunque no del todo porque aquella era su casa y su habitación. Lo verdaderamente sorprendente era que en su aspecto se notaba que hacía días que no salía de aquel habitáculo.
-No pasa nada-le dijo Alina adivinando sus pensamientos-
-Claro que ocurre algo, estás triste y no es por tu madre. Se que la quieres mucho más de lo que puedes asumir pero hace un mes que no la ves, y se que ya no lloras por ella. ¿Cómo que no pasa nada? ¿Te has mirado en un espejo? Estás cada vez más demacrada. ¿Cuántos días hace que no comes o te duchas? Tu habitación huele a…
Con cada palabra que mencionaba su voz se agravaba e iba convirtiéndose en una reprimenda. No siguió hablando porque se dio cuenta de que ya casi chillaba y se estaba exasperando. Su hija lo observaba irasciblemente y él no supo como tomarse aquel desafío, pero comprendió, que el enfrentamiento no la ayudaría a salir de aquel inexplicable trance que era en realidad su objetivo y además estaba allí un compañero de estudio esperando por ella.
-Dile a Tomás que no quiero verle-dijo Alina rompiendo el silencio.
-Desde que te vi supe que era imposible que le recibieras en ese estado-su voz ahora sonaba mucho mas pausada pero aun le quedaban restos de exaltación-No se por que, pero ese chico creo que sabía con lo que se iba a encontrar y me ha dicho que quieras o no tiene que hablar contigo. No va a ser nada fácil deshacerme de él así que dime ¿Qué quieres que le diga textualmente?
-No se...dile que...dile que no estoy.
-Sabe que estás
-¿Cómo lo sabe?
-Lo se-se oyó desde el fondo la voz de Tomás que avanzaba por el pasillo hasta acercarse a la puerta de la habitación donde hablaban Alina y su padre.
-Y sabía también que no querrías recibirme, por eso me he tomado el atrevimiento de venir hasta aquí sin que se me hiciese pasar -ahora con la mirada fija en Ernesto-Disculpe mi insolencia señor pero ya ve como está su hija y yo necesito saber exactamente que le ocurre –y dirigiendo la mirada hacia ella siguió hablando –aunque me parece que esta vez ya lo sé. Créeme solo intento ayudar.
Ernesto se percató rápidamente que entre aquellas dos personas había algo más que compañerismo. Acababa de presenciar como el rostro de su hija por un instante volvió a ser bello y radiante, aunque la imagen fue solo un flash que se deshizo en un soplo. Ahora Alina no solo estaba deshecha y triste también agobiada y asustada. Quiso decir algo para que ese tal Tomás saliera inmediatamente pero Alina habló antes.
-Por favor papá, déjanos solos
-Pero hija...
-Solo serán cinco minutos, te lo prometo.
El padre, le dirigió una mirada un tanto indagadora al chico, como intentando adivinar cuan intensa era la relación de ambos y cuando pareció haber sustraído toda la información y estuvo convencido de que no había nada malo en él, pues le hizo un gesto de aprobación a su hija y se dirigió hasta el final del pasillo donde estaba el baño. Los dos jóvenes se encerraron en la habitación, y aunque el tiempo que estuvieron a solas fue verdaderamente corto, no fueron solo cinco minutos como había prometido la chica.
Ernesto entró en el baño preguntándose quién sería ese muchacho tan insolente y altivo. Una sombra de dolor y tristeza oscurecían su corazón y ahora su hija acompañada de sus problemas se estaba convirtiendo en parte de esa misma lobreguez. Era una carga que a veces consideraba pesada y molesta pero de todas, era la más liviana. Mientras se lavaba las manos se miró en el espejo, notó que su aspecto no era muy diferente al de Alina, y como una ola gigante que rompe las rocas en la orilla del mar, el cansancio irrumpió en su cuerpo apoderándose de este ya para siempre. Se estaba descuidando, a penas se alimentaba y daba la impresión de que envejecía con cada bocanada de aire que tomaba. No le preocupaba para nada su salud o aspecto físico, hacía mucho tiempo había dejado de ser un hombre para convertirse en esposo-enfermero y en estos momentos lo que le atormentaba era darse cuenta de que en cierta forma, había dejado abandonadas en un rincón sus obligaciones como padre. Su hija estaba pasando por momentos duros y esta vez no podría ayudarla contratando un servicio de reformas rápidas. "Los paneles de Pladur que rodean el corazón de Alina son tan gruesos, que aunque dentro sonara toda una gran orquesta sinfónica, yo no percibiría ni el más mínimo murmullo"
Habían pasado más de diez minutos cuando salió del cuarto de baño. Desde donde estaba se podía ver claramente, pese a la oscuridad, que la puerta de la habitación de Alina estaba abierta. Se podría decir que corrió hasta allí pero no fue así, sus pasos eran rápidos pero inseguros .Era como si quisiera llegar y a la vez pasar de largo. No era para nada normal que la habitación de su hija estuviera abierta. Pero hubo algo más que le asustó y lo hizo detenerse al tiempo que bruscamente se llevaba las manos a la cara protegiéndose los ojos pues de la habitación salió de repente, y por un tiempo realmente corto, una luz que al momento se hizo insoportable y deslumbradora. Duró unos instantes y luego desapareció dejándole a Ernesto una espantosa sensación de ceguera que le duró otros dos o tres segundos. Cuando por fin recuperó la vista del todo continuó sus pasos pero esta vez aun más inseguros e inestables. Fueron los cinco pasos más largos de su vida porque en su corazón un extraño presentimiento le cerraba el camino. Al llegar a la entrada empujó violentamente la puerta y lo que vio lo dejó aun mas despavorido. Allí estaban tumbados sobre la cama los cuerpos inmóviles de Margarita y Alina y de uno de ellos emanaba un terrible río de sangre.